¿Y si pudieras comer sin culpa?

Hay una escena que se repite con frecuencia.

Estás frente al plato.
Sola.
Comiendo rápido y desde el piloto automático.

Con culpabilidad.

Culpabilidad no sólo por lo que comes, sino por cómo te hablas mientras comes.

Como si no fueras merecedora de poder comer según qué alimentos sintiéndote en paz. 

Te entiendo mucho.

Yo pasé años así.
Midiendo.
Contando.
Calculando cada bocado para luego auto-castigarme con pensamientos que dolían más que cualquier alimento.

Y, paradójicamente, cuanto más quería controlar la comida, más me descontrolaba y peores resultados tenía, hecho que me hacía sentir muy mal y muy frustrada. 

Por suerte, tras mucho camino recorrido, te puedo asegurar que, con la estrategia adecuada:

Se puede comer tranquila.
Sin culpa.
Sin castigo.

Hace poco, una mujer a la que acompaño me comentaba esto:

«Hoy me comí un trozo de bizcocho en paz durante el desayuno.
Sin cuestionarme si lo merecía.
Sin preguntarme cómo compensarlo después.
Solo lo disfruté.  De forma consciente. Y me sentí libre.»

Te juro que me emocioné.

No por el hecho en sí, sino por lo que representa: volver a comer en paz.

¿Cómo puedes conseguirlo?

A base de trabajo personal y de autoconocimiento.

Te puede ir genial empezar por hacer ejercicios prácticos como el que te propongo a continuación:

Elige una comida del día – la que puedas hacer con más calma y menos “ruido” – y proponte hacerlo desde esta intención:

Comerla sin juicio.

Nada más.

Antes de empezar a comer:

  • Respira profundamente durante un par de minutos.
  • Observa tu plato. 
  • Deja de lado las distracciones (móvil, tele…).
  • Agradece este momento de nutrirse desde la consciencia. 

Y si te aparece la vocecita que dice “esto no deberías comerlo”, vuelve a respirar. 

Al inicio, puede que te sientas incómoda.

Es normal.

Pero sigue repitiendo este ejercicio.

Aunque sea durante un minuto.
Eso también es transformación.

No se trata de comer “perfecto”.
Se trata de estar presente.

No se trata de control.
Se trata de conexión.

Porque cuando dejas de juzgar lo que comes…
empiezas a sanar lo que sientes.

No necesitas comer perfecto para estar bien.
Necesitas comer en paz para volver a ti.

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