Dime si esta situación te resulta familiar:
Estás siguiendo tu plan de alimentación de forma equilibrada, sintiéndote bien, saciada y con energía.
Y de repente, sin aviso, llega esa semana maldita previa a la regla y sientes…
- Hambre infinita
- Antojos de alimentos dulces y ricos en grasa
- Cero saciedad
Te encuentras abriendo la despensa cada media hora.
Buscando algo. Cualquier cosa.
Te dices a ti misma «hoy me controlo»… y al rato estás de nuevo buscando el paquete de galletas o el chocolate.
¿Y luego?
La culpa.
El runrún mental:
«¿Por qué me pasa esto otra vez? ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Me estoy saboteando?»
Déjame decirte algo:
NO eres tú.
NO es falta de fuerza de voluntad.
NO te estás rota.
Lo que pasa es que tu cuerpo, antes de la regla, necesita más energía.
Y no es «porque sí». Es pura fisiología:
- La serotonina, que es nuestra hormona del bienestar, baja de forma natural en la fase lútea (los días antes de la regla).
- Para compensarlo, tu cuerpo te pide más alimentos ricos en energía rápida (hidratos, dulces…).
- También estás gastando más calorías sin darte cuenta: tu metabolismo puede subir entre 100-300 kcal/día en esta fase.
Así que no, no te estás saboteando.
Te estás adaptando.
El problema no es tener hambre.
El problema es cuando no sabemos escucharlo y nos vamos de un extremo a otro: autocastigo, atracones, restricción después… y vuelta a empezar.
¿Qué puedes hacer para no sabotearte (y a la vez respetarte)?
Te comento:
- Prepara snacks nutritivos que te den placer y a la vez te nutran. Ejemplos: frutos rojos con yogur griego, 1 onza de chocolate negro 85% + 10 – 15g de frutos secos al natural, hummus o guacamole con crudités…).
- Aumenta las raciones esos días si lo necesitas, de forma consciente y sin miedo.
- Incluye alimentos que suben la serotonina de forma natural: plátanos, avena, huevos, cacao puro, salmón…
- Descansa más si el cuerpo te lo pide.
- Habla contigo de forma amable, como hablarías con tu mejor amiga: con amor, no con juicio.
Recuerda:
Tu hambre emocional antes de la regla no es un enemigo.
Es un mensaje.
Es tu cuerpo dándote un mensaje para cuidarte de la mejor manera que sabe.
No se trata de luchar contra tu cuerpo.
Se trata de aliarte con él.
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