NO.
Qué palabra tan corta y a la vez tan difícil de expresar en muchas ocasiones.
El otro día, hablando con algunas de mis amigas, compartíamos que aprender a decir que NO es una de nuestras asignaturas que más nos costaban a la mayoría de mujeres.
Hemos sido educadas para cuidar.
Para complacer.
Para ser “buenas”.
Y de forma casi automática, para poner nuestras necesidades por detrás de las de los demás.
Sin embargo, por suerte, cada vez tenemos más voz.
Más consciencia sobre la importancia de nuestro autocuidado.
Y estamos aprendiendo más herramientas para aprender a priorizarnos.
Porque, amiga, no podemos llegar a todo a la vez.
Ni estar siempre disponibles para todo el mundo.
Ni poder con todo a costa de nuestra salud y nuestro bienestar.
A veces…
- Decir que NO a un plan… es decir que SÍ a tu descanso.
- Decir que NO a trabajar horas extras… es decir que SÍ a tu equilibrio familiar.
- Decir que NO a beber alcohol un sábado noche… es decir que SÍ a disfrutar de un domingo por la mañana de deporte en la naturaleza.
Hoy te propongo lo siguiente:
Cuando recibas una propuesta (un plan, un ascenso en el trabajo o un donut) no dés una respuesta inmediata.
Para.
Respira.
Piensa en qué necesitas y si decir que SÍ a esta propuesta te conviene.
Y de forma educada, responde lo que consideres.
Muchas veces, también funciona muy bien proponer una alternativa.
Por ejemplo, quizás cenar hoy en un restaurante no te conviene porque estás agotada, pero puedes proponer hacer un brunch el domingo en el bosque tras un paseo agradable.
No te olvides de ti, ¡por favor! Es la clave para tener una vida consciente y plena.
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