Esta situación me ha hecho conectar mucho con la constancia.
Hoy te escribo entre apuntes de dietética.
En dos semanas tengo los exámenes y estos últimos días toca apretar.
Ay, la constancia…
Recuerdo que de pequeña me gustaba mucho la fábula de la liebre y la tortuga.
Siempre me he identificado con la segunda.
Haciendo un poquito cada día.
Haciendo que cada día cuente.
Aunque mi velocidad nunca ha sido mi fuerte, el trabajo diario me ha hecho llegar al destino marcado.
A correr maratones.
A estudiar mientras trabajo.
A alcanzar mis objetivos.
Muchas veces, los resultados obtenidos por las “tortugas” no son tan vistosos como los de las “liebres”.
Pero son más robustos porque los hábitos están más afianzados.
Y aquello que has convertido en un hábito e incorporado en tu vida, es mucho más difícil que lo dejes de hacer aunque haya tormenta a tu alrededor.
Hoy te propongo un pequeño ejercicio.
Elige un aspecto de tu vida.
Cierra los ojos y visualízate hace 5 años.
¿Qué ha cambiado respecto a tu presente? ¿Tu constancia ha sido tu aliada para mejorar la situación?
Y ahora visualízate en 2 años.
¿Dónde quieres estar? ¿Qué necesitas modificar en tu vida para que cada día cuente para llegar allí?
Vale, es probable que este ejercicio te cueste un poco. Es normal.
Por eso, es importante contar con alguien de confianza para ayudarte a trabajar esa constancia que te permita conseguir tus objetivos.
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