Esta mañana, mientras corría, escuchaba un podcast sobre mentalidad que me gustaría compartir contigo.
En él hablaba el psiquiatra Enrique Rojas sobre uno de los grandes problemas que tenemos actualmente en nuestra sociedad (y que comparto totalmente):
La cultura de la inmediatez.
Ya.
Todo lo queremos ya.
Y si es sin mucho esfuerzo, pues mejor.
Aprender inglés en 30 días.
Bajar 20Kg en 3 meses.
Invertir dinero en cualquier lado buscando dar un petardazo.
Lanzar un negocio y hacerte millonario en 7 días.
Durante nuestro tiempo libre, redes sociales en bucle y Netflix.
Comida rápida.
Y así podríamos seguir hasta el infinito.
Pero claro, esto provoca que tengamos el umbral de frustración un poco por los suelos.
A la mínima dificultad, abandono.
Y de ésta forma es muy complicado construir nada que valga la pena.
Muchas veces, la decisión que tomamos a corto plazo no es muy amiga de lo que queremos a largo plazo.
Y viceversa.
Me explico.
Para tener buena salud, sabes que entrenar es esencial.
Si piensas a largo plazo, te imaginas siendo la abuela más fit de todo el Imserso.
Pero a corto plazo, encuentras cualquier excusa para fallar.
Para tener cierto confort, sabes que tener un trabajo que te llene y te dé cierta estabilidad es muy importante.
Si piensas a largo plazo, fantaseas con ésta situación.
Pero a corto plazo, cuando sales de trabajar te da pereza estudiar o arrancar un proyecto paralelo.
Y esto es aplicable a todo.
A la salud.
A ahorrar.
Al trabajo.
Al amor (si una persona te compensa a largo plazo, no dejes que por una pelea tonta el ego del corto plazo te haga tomar malas decisiones).
Y a la vida en general.
Hoy te propongo un ejercicio.
Coge papel y boli. Escribe cómo te gustaría verte a largo plazo (10 años vista). Cuanto más específica seas, mejor (si lo divides en las parcelas que vimos en la Rueda de la vida, te será más fácil).
Luego piensa en tu día a día. ¿Cómo es tu rutina? ¿Y tus relaciones? ¿Y tus hábitos?
¿Estás en el camino para llegar al largo plazo que deseas? ¿O hay muchas incoherencias?
Recuerda que tú tienes el timón de tu barco.
A veces cuesta cambiar, ¡sin duda! Pero es el único camino hacia la satisfacción.
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