Ésta es una de las frases que más escucho en mis sesiones.
“No tengo fuerza de voluntad para comer bien”.
“No tengo fuerza de voluntad para entrenar”.
“No tengo fuerza de voluntad para levantarme pronto”.
Para.
No hay nada más injusto hacia tí que darte estos mensajes.
Te debilitan y te dan una imagen sobre ti misma de persona perezosa y débil.
Pero no es así.
Déjame contarte algo:
La fuerza de voluntad no es infinita.
Para que lo veas más claro, imagínala como una pila recargable.
Su energía está delimitada.
Se acaba.
No puedes “crear” más energía para cargar un aparato si ya no queda.
Entonces, ¿cuál es la clave para conseguir tus objetivos?
Aprender a DOSIFICARLA.
No podemos llegar a todo.
Pero sí que podemos llegar a aquello que nosotras consideremos importante.
Así que, para ello, te recomiendo que:
Dedica la primera hora de la mañana a hacer aquello que para ti es clave.
Si duermes bien, cuando te levantes la pila de la fuerza de voluntad está cargada al máximo.
Para mí, entrenar a primera hora de la mañana es mucho más sencillo que hacerlo por la tarde por ésa razón. Mi cuerpo está descansado y me cuesta mucho menos. De ésta forma, entreno casi a diario sin “gastar” mi fuerza de voluntad.
Si a última hora de la tarde ya tienes la batería totalmente fundida, evita tomar decisiones que puedan ir en contra de conseguir tus objetivos.
Por ejemplo, en las sesiones me encuentro que muy habitualmente elegís opciones de comida saludable hasta la tarde, momento en que ya no tenéis energía para tirar y el cerebro decide que la mejor forma de recargarse es con una palmera con chocolate.
Cuando esto ocurre, te sientes mal y crees que no tienes fuerza de voluntad.
¿Cómo puedes evitar esto?
Anticípate y elige a primera hora de la mañana una merienda saludable que te dará energía a media tarde sin ir en contra de tus objetivos.
Guárdate en el bolso un puñadito de frutos secos, una fruta… De ésta forma, ¡te será mucho más fácil!
Busca tus “cargadores de batería”: cuanto mejor trates a tu cerebro, mejor trabajará él por ti.
Es así como funciona la película.
Igual que no podemos pedir a nuestro hígado que trabaje bien si sólo bebemos alcohol y no nos acercamos al agua, con el caso del cerebro pasa exactamente lo mismo.
Pretendemos que “rinda” sin darle un buen combustible.
Y claro, esto no va así.
Para el cerebro, es clave que…
DESCANSES de forma reparadora (es su forma de recargarse).
COMAS comida (no ultraprocesados a diario).
TE MUEVAS.
No tengas HÁBITOS TOXICOS.
Te rodees de personas POSITIVAS.
Si priorizas cuidarlo, te aseguro que tus niveles de energía subirán.
Si tus niveles de energía suben, tomarás mejores decisiones.
Si tomas mejores decisiones, crearás nuevos hábitos.
Y cuando creas nuevos hábitos, no todo recae en la pobre “fuerza de voluntad” y de forma mucho más sencilla llegarás a donde quieras.
Si quieres seguir aprendiendo sobre salud y bienestar, apúntate a mi Newsletter: