Hoy te escribo un poquito más tarde de lo habitual.
Ayer aterricé después de unos días en Turquía.
Las que me conocéis un poquito, sabéis que viajar es una de mis grandes pasiones. Y la verdad es que ésta vez, la experiencia ha sido un poco distinta a las habituales.
Este viaje era organizado.
Este año, tras unos meses de mucho lío y poco tiempo, decidimos probar esta forma de viajar.
Como todo en esta vida, ceder el control a otro y dejarse llevar tiene pros y contras.
En mi caso, con lo acostumbrada que estoy a ir a la mía, tras vivir la experiencia reafirmo que prefiero organizármelo yo (aunque ha sido una experiencia con muchos puntos positivos).
En fin, que me despisto.
Esta forma de viajar nos dió la oportunidad de convivir durante muchos días con personas muy distintas a nosotros.
Distintas edades, distintas procedencias, distintos estilos de vida…
Pero hubo algo que me llamó mucho la atención (llámale defecto profesional): la asociación tan directa de VACACIONES = HÁBITOS PERJUDICIALES de la grandísima mayoría.
Me explico.
En este viaje teníamos los desayunos y las cenas en hoteles con Buffet Libre.
Es normal que en este tipo de contextos, comamos por los ojos y al tener tantas opciones tendamos a comer un poquito más de lo que nos conviene (y alimentos que quizás en el día a día no compramos).
En nuestro caso, elegimos opciones saludables y riquísimas (que hay muchísimas) como base: pan integral con huevos revueltos, yogur con avena, fruta.. y nos dejábamos sitio para algún “capricho” menos sano para el cuerpo pero que nos encantan.
Pero me quedé preocupada al ver que la situación global no era así. Las elecciones de la gran mayoría se alejaban mucho de ésto.
Embutidos, bollería… eran la base de sus desayunos. Alimentos muy densos pero con ningún nutriente interesante para nuestro vehículo.
Tras este super desayuno, nos montábamos en el bus. Hubo días donde los viajes eran largos, y picamos algo entre horas.
En nuestro caso, elegimos alimentos como fruta, frutos secos naturales, chocolate al 70 o 85%….
Pero los alimentos que ganaban en el ranking eran bebidas azucaradas, bolsas de patatas en cantidades familiares y bollerías.
Y con las cenas la misma situación.
Yo siempre abogo por el equilibrio, y creo que dentro del cuidado puede haber cabida para (casi) todo.
Pero realmente me quedé muy asombrada de lo desconectados que estamos del autocuidado.
La salud no entiende de extremos.
Cuidarse no puede ir nunca de la mano de períodos de atiborrarse sin freno a realizar la dieta de moda el día 1 de septiembre (que como todas sabemos, será el propósito por excelencia al empezar el curso).
Se puede disfrutar desde la moderación.
No es incompatible una cosa con la otra.
Porque cuando te dejas llevar por la inercia de “a tomar por saco, estoy de vacaciones, ya lo solventaré en septiembre” ni realmente disfrutas desde la consciencia (es la ansiedad la que decide, no tú) y acabas lastimándote.
Hoy te invito a que reflexiones sobre ello.
Y si te encuentras en alguna situación así, cuando te encuentres delante de un Buffet respires hondo y elijas desde el amor hacia ti misma.
Quiérete mucho siempre, tanto en vacaciones como en tu rutina diaria.
Y huye de los extremos que tanto te dañan.
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