Vengo de correr una carrera de diez quilómetros.
Ha sido durilla, sí. No por la distancia (estoy más acostumbrada a correr medias maratones que carreras de menos Km) pero sí por el calor y por las sensaciones.
Hace poco más de un año realicé una maratón por debajo de las 4h.
Para mí las sensaciones corriendo en ésa época eran brutales.
Me sentía ágil, fuerte.
Me sentía libre al correr. Invencible.
Semana tras semana mis tiempos mejoraron y cada vez lo disfrutaba más.
Durante éstos últimos meses las sensaciones no son así de positivas.
Tras una época de cambios, vuelta a estudiar, algún que otro tema de salud y con menos foco en mis entrenos, mis tiempos corriendo no son los mismos.
Para personas autoexigentes como yo, aceptar esto no es fácil.
Una parte de mí (probablemente la más irracional) me bombardea con mensajes tipo “Marta, correr ya no es para tí, acéptalo”.
Pero por suerte, otra parte de mí no quiere soltar esta disciplina que tantas alegrías y crecimiento personal me ha aportado.
Es fácil sentirse bien cuando los inputs externos son positivos.
Es fácil seguir cuidándote cuando los resultados te acompañan.
Pero la verdadera fortaleza reside en CONTINUAR cuando no es así.
Porque, amiga, la vida no es matemática.
Y no siempre nos sentimos bien aunque estemos tomando buenas decisiones.
Y no siempre vemos los resultados que queremos cuando nos esforzamos por conseguirlos.
Pero si cuando la marea está más revuelta aprendes a surfear las olas, el mar en calma volverá.
Y volverás a disfrutar.
A disfrutar de la sensación del sol quemando tu piel.
A disfrutar del frescor del agua recorriendo tu cuerpo.
En cambio, si te bajas de la tabla de surf porque estás incómoda a la mínima turbulencia, probablemente dejarás de surfear aunque te haga muy feliz.
Sigue.
Confía en ti y en tus instintos.
Y las buenas sensaciones volverán a ti.
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