Quizás este post te enseña algo a ti también.
Tras una semana de locos estudiando para mis exámenes y de dormir poquito poquito, el pasado domingo fui a Logroño a correr una media maratón.
Desde que corro con regularidad, la media maratón siempre ha sido mi distancia favorita. Ya he perdido la cuenta de cuantas he corrido durante estos últimos años.
Los 21Km me hacen sentir por lo general cómoda y, aunque hay épocas en las que voy más rápida y otras más lenta, las suelo disfrutar bastante (y si me sirven de excusa para viajar, pues mucho mejor ;)).
Cuando estaba en la línea de salida, bastante agotada por el trajín de los días previos y el viaje, me notaba dispersa.
Una parte de mí se preguntaba qué hacía allí, si era necesario culminar el esfuerzo de estos últimos días corriendo 21Km, teniendo la opción de irme a descansar o de vinitos por la Calle Laurel (esto vino luego, aquí no perdonamos nada jejeje).
En la carrera había dos distancias: 11 Km y 21 Km (media maratón).
Me puse la música de Coldplay y empecé la carrera.
Sonaba la canción de Higher Power. El cielo estaba gris, y parecía que en cualquier momento arrancaría a llover.
Mis pensamientos seguían siendo bastante reguleros, con lo que mentalmente decidí pactar conmigo misma: haría la carrera de 11Km.
Este pacto hizo relajar mi parte más negativa y me permitió centrarme en disfrutar.
Fueron pasando los Km mientras sonaban Yellow, Something Just Like This o Paradise.
Y llegué al Km 11, donde habían dos caminos: el que continuaba con la media maratón y el que finalizaba la carrera corta.
En ese momento me volví a hacer la pregunta. Y me sentí con fuerzas de seguir.
Esto ya viene de bajada, Marta. Ya queda menos de la mitad.
Y así fue.
Conseguí acabar la carrera dignamente y con buenas sensaciones.
Ay, qué sensación más buena nos queda cuando nos superamos. No tiene precio.
A veces para llegar al destino final es bueno focalizarnos en cada una de las paradas.
Y en cada estación coger fuerzas para alcanzar la siguiente.
Y así. Km tras Km. Día tras día. Entreno tras entreno. Examen tras examen.
Dividir tu objetivo final en metas intermedias hace que tu resistencia al cambio se relaje y sea más fácil.
Tenemos mucha más capacidad de la que creemos, pero necesitamos un plan para poderlas conseguir.
Esto fue lo que me recordó Logroño.
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