Y ha llegado julio.
Y, como siempre, cada año por estas fechas vemos lo mismo.
Mensajes de este estilo por todas partes:
“Ponte a punto para el verano.”
“Últimos días para llegar al bikini.”
“Pierde 5 kilos antes de julio con este producto detox.”
Y por más que una parte de ti sepa que todo eso es mentira… La otra parte lo acaba comprando.
Porque estás cansada.
Porque a veces te miras en el espejo y no te reconoces.
Porque llevas años pensando que tu cuerpo tiene que cambiar para que “empiece tu vida”.
Te entiendo mucho.
Yo también estuve ahí.
Me prometía que ese verano sí que sí.
Empezaba dietas absurdas en junio, planes exprés, ejercicios extenuantes.
Eran tan restrictivas que evidentemente no las podía cumplir, y eso me hacía sentirme fatal.
Me probaba bikinis y me veía tan mal que lloraba de frustración, y eso me hacía no ir a la playa.
Vivía esperando el cuerpo que nunca llegaba.
Y mientras tanto, me perdía la vida.
Hasta que tras mucho trabajo poco a poco me di cuenta de que estos comportamientos me hacían daño.
Esto no era autocuidado.
Era castigo.
No era salud.
Era miedo.
No era amor propio.
Era una guerra camuflada conmigo misma.
Así que aunque estemos en julio hoy no te voy a hablar de batidos, ni de planes detox, ni de cómo adelgazar en dos semanas.
Este año te propongo otra cosa.
Una operación que sí mereces.
Operación no más guerra contigo misma.
¿En qué consiste?
Comer con calma, dando a tu cuerpo el tiempo necesario para hacer la digestión y comer con consciencia.
Elegir alimentos frescos, que te nutran y que te gusten.
Moverte por placer, no por obligación.
Vestirte con lo que te guste, no con lo que “disimula”.
Entender que este cuerpo que tienes ahora no necesita esperar a que cambie para ser cuidado.
Y, sobre todo, dejar de hablarte mal.
Porque el problema nunca fue el verano ni el bikini.
El problema es todo lo que te dices cuándo te imaginas llevándolo.
Tu cuerpo ya está listo para vivir.
Lo único que necesita es que dejes de exigirte tanto.
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